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sábado, 30 de julio de 2022

Las seis monedas.





Eran las 20:42h , cuando Evans sentado al lado de su padre miró por última vez el reloj. Todavía, escuchaba el tic tac que no daba tregua al tiempo y que marcaba el final de una vieja historia que sin pudor lo confrontaba al dolor de la perdida, sintiendo que moriría a su lado y tropezando en medio de palabras que no encontraban la salida fuera de su boca, tomó la mano de su padre, hasta sentir que la fuerza perdiera la batalla y con un suspiro lo dejara ir.


Los años fueron pasando y cuando la herida de la falta, lloraba menos las lágrimas, un llamado de su madre le pidió venir. 
En una habitación que ahora olía el vació, sus manos apretaban una caja mediana que cuando Evans abrió, descubrió en ella el brillo de seis monedas junto a cuatro palabras escritas en papel que decían: "Para mi hijo adorado".


domingo, 21 de noviembre de 2021

La casa de la laguna.








Rodeada de cajas y de la música que sonaba de fondo, Ania tomó el único objeto que decoraba la chimenea y de un soplido, no sólo dejó volar el polvo sino un puñado de recuerdos que crecieron en ese hogar junto a dos niños ahora mayores y de un marido en una época fantástica que no costaba pensarla.

Hacía tres años que un trágico accidente de la ruta, la había dejado viuda pero como todos había aprendido a vivir en la soledad de un amor arrebatado físicamente pero vivo en cada rincón y en cada recoveco de su alma.


Tenía 38 años cuando se quedó sola y tenía 45 cuando decidió escapar del dolor que le procuraban los muros de esa casa. 
Agotada de obligar a la mirada fija que se quedaba incrustada en la madera del techo. De seis años que llevaba intentando conciliar el sueño en la habitación vecina en la cama de una plaza y nunca, nunca, poder pasar una sola noche en el habitación principal. 
El tormento de una juventud que ya no contaba los minutos, sentía que la había matado hace tiempo por dentro.

Así fue como una tarde de invierno frío de nieve blanca y pura, Ania dio dos vueltas de llave  cerrando la puerta de aquel pasado que tanto la entristecía y mientras esperaría que el resto de sus cosas llegarán a destino, tomó dos maletas de ropa, cuatro cajas con utensilios varios y con todo aquello que pesaba varios kilos, caminó junto a la brisa que le congelaba los dedos. Cargó lo más rápido que pudo las cosas en su auto, se frotó las manos y suspirando sintió decir adiós.

Hubiera sido mejor partir en primavera pero un impulso que no tenía nombre, no la dejaban mirar hacia atrás. Con todo y su propia vida emprendió un viaje del que sin saberlo, ya no tendría retorno. 


El trayecto no fue fácil, la nieve dificultaba el camino y Ania no quería llegar demasiado tarde. Sabía que las bajas temperaturas, entorpecerían el pasaje del agua a las canillas y que sin electricidad en plena noche, sería difícil pero no le temía al cambio brusco y de confort. Adormecida en su cuerpo y lo que tanto pedía su mente, al fin estaba cediendo a su voluntad. Por primera vez, su corazón estaba de acuerdo por primera vez luego de tantos años y aún no lo creía.

El hielo no daba tregua pero luego de siete horas la vio a lo lejos, perdida en la masa de un arboleda congelada, entera y de madera rodeada por aquel lago azul cubierto de escarcha.

"La casa de la laguna" como la llamaba de pequeña, un lugar familiar y la excusa de cualquier reunión de verano, olvidada por la ciudad moderna, vieja para el tiempo y bella como ninguna otra.


Su única herencia material que re descubría luego de varios años. Siempre temió que alguien la ocupara  pero viendo el estado en la que se encontraba, confirmó que la soledad había sido la sola compañía de esa casa.



jueves, 18 de noviembre de 2021

El secreto del tiempo.







En un lugar llamado Annhas, vivía Carl, su esposa Amelia y la pequeña hija de ambos, Iris que con 4 meses dejaba asomar el color anaranjado de los rizos que más tarde, crecerían como cabello. Su boca que aún no asomaba dientes, sonreía cada vez que veía a su padre y la mirada que iluminaba sus ojos azules, encandilaban a su madre en un acorde perfecto de ese afecto inexplicable que sólo une antes de nacer.

Juntos, eran una familia feliz o como cualquier otra con altos y bajos con momentos más que otros dentro de una vida que habían elegido, calma y tranquila sin ostentos vivida sólo de a tres.

Una vida rutinaria que comenzaría a delatar cambios después de 5 años, junto a la primera promoción que obtuviera Carls en la empresa de antigüedades para la que trabajaba desde hacía ya una década. 

Luego de haber vivido detrás de papeles su ámbito profesional tomaría otro rumbo y ahora como comercial, los viajes le darían una impresión de libertad que nunca había conocido.

Los 2 años que siguieron a su nuevo puesto pasarían como un soplido y entre noches fuera además del cansancio al llegar a casa, la vida pasaría a su lado casi sin darse cuenta.

Raras eran las veces que encontraba a Amelia despierta. Junto al sueño que no cabía en sus ojos y un beso de "buenas noches" no lo pensaba pero sabía que era lo único que sentía era compartir con ella.


La vida de pareja era inexistente y aunque Amelia lo intentara, las noches que tanto pasaba en vela recordando las épocas, donde proyectaban la vida de a dos dentro de un sueño que ahora tenía un nombre, perdía su brillo opacando cada amanecer dejándola todavía más cansada y más sola.

Cada momento, cada situación seguiría su curso normal, hasta que un 10 de febrero de 1997 Carl que se encontraba a 1500km de casa se dirigía a una cita con un cliente cuando de pronto  sintió un frío que le congelaría el alma. Extrañado pensó haber olvidado algo y retornó al hotel. La habitación era pequeña, insulsa y las pocas cosas que traía en cada viaje eran tan pocas que dejaban poco lugar al olvido. 

Marcó el piso con 120 pasos imaginarios, y tomando la billetera que llevaba cerca del pecho dentro su abrigo, corroboró que sus tarjetas y documento estuvieran bien ahí. De pronto, su mirada se posó en la foto de Amelia e Iris que siempre llebaba consigo y gritó:

-¡IRIS ! Hija mía, he olvidado tu cumpleaños.






viernes, 15 de octubre de 2021

Los pendientes* de la abuela.










Siendo mamá de un nene, el sueño de la niña se imponía pero como cualquier mamá, hubiera amado de la misma manera, si la vida me hubiera regalado otro niño. Pero cuando el ecógrafo me confirmó el sexo, lloré las lágrimas de felicidad, de las ganas de vestir a mi pequeña en rosa con todas esas cosillas que hacen ahora y que hacen que se vean tan preciosas. Me proyecté en un futuro lejos, muy lejos, juntas caminando por alguna callecita de París, compartiendo vitrinas o en un café tomando un té sin azúcar con alguna charla de chicas.
No sé, esas cosas que piensa una madre, capaz de amar igual a los hijos, al mismo tiempo, en el que se inventan, otros momentos que en parte tienen que ver, con ese de ser nene o nena.

Como es la tradición en mi país, en América latina y por lo que sé ahora, en España. Los pendientes* los vería también, en las orejas de mi pequeña.

No era un capricho, era algo que sentía y que me había dicho a mi misma que si algún día tendría una niña pues lo haría.

Así, mi abuela quien hace años, había perforado mis orejas a la edad de tres semanas, me ofreció el más bonitos de los regalos y los pendientes que compró en su pueblo, emprendieron viaje desde Uruguay en una cajita que envuelta en papeles de mil amores todo arrugadito, viajaría en otra caja con destino Argentina.

En las manos de mi madre y sin abrir, fue escondida junto a chucherías que me enviaría en una encomienda express, donde el 12 de diciembre con destino hacia París, tomaban un avión.

Estos envíos tardan en llegar 10 días, sólo que al amanecer número 11 seguía sin llegar. En época de fiestas llamé a la paciencia y sin remedio, me dije: Tendrás que esperar :-(

Los días seguían pasando y en el medio llegó navidad entre viajes a casa de la familia, dejé la esperanza en mi casa, contenta, sabiendo que a nuestro regreso mi caja estaría en el buzón.

De vuelta y con diez días pasados, la decepción me hizo un nudo en la garganta cuando al abrir," la casita de las cartas "como la llamo yo, estaba todo, lo que no esperaba.

Con ese dolor que se aferra a esas cosas materiales que tienen el valor del oro en sentimiento, lloré como llora una mujer cuando alguien la deja de querer pero antes de ahogarme en mis propias lágrimas, acomodé mis emociones y comencé a mover cielo y tierra para saber donde estaba mi ansiada caja.

Así pasaron días de reclamos sin respuestas, que dieron al fin con un número largo y luego de un mail que partió una tarde. A un mes, diez días, 18 horas, infinitos minutos y sobre todo un milagro ( que era lo único que me quedaba) el cartero llamó a mi puerta y mi caja, mis chucherías y los pendientes de mi querida abuela, al fin y por fin estaban en mis manos.

La mejor parte ya la tenía, sólo que no sabía que la historia no terminaría ahí.


lunes, 11 de octubre de 2021

Experiencias Vividas ll ( Fuego Fuegooo!)







  Por enésima vez (juro que es cierto) me disponía a mirar un programa de tv, llamado "l'amour est dans le pré".

Bien instalada en la cama. Me acurruqué dentro de la almohada, donde sólo había reservado algunas fuerzas destinadas a parpadear, luego de un día, repleto de ajetreos infantiles y de madre.

 Fue en ese preciso momento, en ese exacto, que el que el griterío de la gente, de los perros y de las sirenas, me tiraron de lo que, casi casi se parecía, a un descanso.
Parada frente a la ventana, el despliegue de bomberos, camiones hicieron que se me aflojaran las piernas.


Todo indicaba un incendio
pero la confirmación la tendría de la parte de mi marido, a quien 10 minutos antes había arrebatado de un sueño profundo.

 Y si detrás de un edificio y de difícil acceso, el olor de las cosas quemadas y del humo se acoplaban a los nubarrones y de paso intentaban filtrarse dentro de casa.

La gente alborotada y curiosa, hacían que todo pareciera, el doble de exagerado.

Bien, que suelo exagerar, pues esta vez prefería no hacerlo.
Colgada en la ventana, en primera plana, el tiempo se hizo largo. Demasiado para seguir mirando el reloj.
Mientras, mi mirada se perdía no tan lejos, en un edificio y cuatro departamentos que el fuego había masacrado el año anterior.

Queriendo saber más, sobre lo que estaba ocurriendo...Historia de calmar un poco al espíritu, busqué en mi teléfono que ya agonizaba con poca batería, algo de información sobre lo que estaba ocurriendo pero nada calmó mi impaciencia pero leyendo, quedé sorprendida del número de incendios por año "hablando"de Francia.

Para verlo con claridad:

- 800 personas pierden las vida.
- El fuego deja 10000 víctimas.
- En Francia un incendio se produce cada dos minutos.
- 1 de cada 3 incendios es de origen eléctrico.
Y para el dato:
- Una pieza alcanza 600°C en 3 minutos.
- 1 vaso de agua, apaga el fuego en el primer minuto.
- 1 balde en el segundo.
- 1 camión cisterna en el tercero.


Destaco el trabajo de los bomberos (hombres y mujeres) de cascos dorados que exponen sus vidas.
Por la preparación, la organización y la capacidad que poseen para enfrentarse a situaciones extremas   
Para ellos, mi eterna admiración.








* Granjero busca esposa ( programa de tv L'amour est dans le pré).
*Esta historia real es del 2014.

martes, 10 de noviembre de 2020

La herencia de un abuelo sabio.





Al final del día, corríamos, impacientes. Apoyados en uno de los muros de la casa...expectantes. Veíamos el atardecer con matices de color rojo vivo, en un espectáculos sin desperdicios.

Era pequeña pero no tanto como para no conservar, los recuerdos de la buena vida, esa, donde los problemas se concentraban en las buenas notas escolares y donde las vacaciones de ese entonces se nutrían de aventuras.

Donde cada verano, cada enero, el destino siempre era el mismo. Lejos, en lo que casi parecía el fin del mundo, una calle larga de pequeñas piedras de color blancas, llamadas piedrebullo. Allí, se veía ella, medio escondida entre los árboles de verde primavera, una casa, "la casa", cargada de historias, de las buenas, de las otras donde la mala suerte de un incendio declarado sin culpables, dejara el pasado en cenizas de fotos y otros objetos que guardaban los recuerdos.

El abuelo, el mío, construyo dos veces las paredes del mismo hogar pero él no le temía a la vida. Desde muy joven el sacrificio y la lucha se presentaron a su puerta, siempre supo lo que significaba renacer. Creció con la herida del despojo, luego de que sus hermanos mayores, en un acuerdo sin escrúpulos, lo apartaran de la herencia de los padres fallecidos, obligando a cambiar de nombre y apellido.

Y sin embargo y a pesar de los altos y bajos al confrontarse solo y con el mundo. La luz iluminaría su camino el día que Anna, una joven de 14 años se enlazara con él...En un matrimonio eterno.

Durante los años que acompañaron el camino de la felicidad, tuvieron hijos, varios, recibidos por las manos de mi abuelo, en un parto de a dos. 
Por la misma persona que inventaría los cumpleaños sin regalos, a cambio del agasajo de un día sin trabajo o de quién reemplazaría el azúcar por dulces, en épocas crudas de guerras de poco dinero.

Si! El mismo que arrebatado de los valores de familia, pudo formar la suya propia y darle un sentido a la existencia para la que también estaba destinado, el ser padre.

Un hombre fuerte, de cuerpo, de mente, acostumbrado a las pruebas de la vida, victorioso por excelencia. Que permaneció a oscuras durante un mes, tras una operación de la vista y que a pesar nunca escribió una carta con anteojos o aquella vez, en el que un caballo se asustara y lo arrojara varios metros para nunca más, devolverle la buena postura y así y todo negarse a una silla de ruedas, solo hasta que llegara la vejez más vieja.

Mi abuelo, quien 12 meses atrás, nos despidiera a 4 años de sus 100 años para mudarse al paraíso donde viven muchos de aquellos ángeles 
Al que recuerdo con su abrazo, su beso en la frente y la frase "querida nieta", al que vive con mi padre, en mi corazón y en mi mente.
Al que a contrarreloj, viaje 12000 km para presentar a mi hijo y en el adiós, sentir las lágrimas de quién despide a alguien para siempre.

Un hombre con todas las letras que los años le otorgaron la sabiduría de la que tanto, hoy y siempre seré admirativa.

Y luego de todo lo que te he contado, te preguntarás... En qué momento, hablaré de la bien llamada herencia? Pues si sigues leyendo encontrarás la respuesta y verás lo afortunada que he sido al ser ser parte de ella.





viernes, 1 de julio de 2016

Camino a la escuela.




El 31 de agosto, un vuelo desde París nos dejaba en Niza. Bien que había analizado minuciosamente en traer lo mínimo indispensable, además de los niños...claro. La maleta, tenía un sobrepeso de 3 kilos imperdonables y si no hubiera sido por el bolso que as-tu-ta-men-te había plegado entre dos ropas, la factura de 180 euros, me hubiera dolido en el alma.

Fue un viaje tranquilo, corto, que dejaba una millonada de cosas detrás, junto a 10 años de sacrificios en una ciudad con la que me peleé tantas veces para terminar amándola con locura. Fue ahí donde mejoré, cambié y volví a ser la de siempre, fue en ella donde me hice a los ponchazos* y donde desde abajo, aprendí a contar otra vez de 0, tantas veces llorando, tantas veces riendo.

Pero en la aventura que uno elige o
 más bien que la elige a una, en otro lugar, un lunes de sol que apenas me quemaba la cara, sin nubes que taparan el cielo, una ciudad que había visto de reojo hace 8 años que de lejos se parecía a mi querida Argentina pero rodeada de extraños de gente mucha gente impregnaba de un aire mediterráneo.


Las primeras horas, me zambullí en un mar de papeleos de un nuevo hogar que hasta hoy, nunca había visto salvo en fotos. No busqué sentir el "coup de cœur" *, sólo quería llegar a destino y posar las valijas.

El día había sido largo, tanto, que cuando al fin puse la cabeza en la almohada, poco pude contar ovejas y propuse que el resto de mis pensamientos florecieran conmigo mañana.

Fue la noche más silenciosa de mis 4 años de madre y la agradecí porque la necesitaba.

Al día siguiente, me esperaba la inscripción en la escuela de mi hijo mayor y nosotros veníamos de una ciudad donde las escuelas sobran (al menos cada 2 cuadras) y por ende la posibilidad de una vacante siempre es posible.
Sin embargo y aunque no lo parezca, había optado por un actitud positiva, embarcada en una aventura de pies a cabeza ponerme a pensar en negativo, evidentemente no era una decisión inteligente.

Al final y eso lo supe después, un lugar libre no sería un problema pero lo que si lo sería, la ubicación de la escuela.

Por empezar, Niza es como San Francisco, todo sube y todo baja, aquí los tacones sirven si tiene coche de otro modo, no pensarás dos veces llevar un par de ballerines* en tu cartera. Pero eso, sólo parece un detalle.